EL ingeniero Juan J. Arenas de Pablo, escribió un articulo interesante sobre el puente de Salgina en donde destaca las cualidades artísticas y estructurales del puente.
A la pregunta de cuál es la obra pública de todos los tiempos que más me impresiona sólo puedo responder con perplejidad y silencio. Son tantos los valores, y tan diversos, que cada uno de ellas acumula que establecer comparaciones entre unas y otras no puede llevar a ningún resultado razonable.
Sin embargo, sí me atrevo a decir que entre los puentes de todas las épocas quizás ninguno como el construido por Maillart sobre el barranco de Salgina, en el cantón suizo de Grisones, logre transmitirme tan fuertes sentimientos. Se trata de un puente arco triarticulado, de hormigón armado de paredes delgadas, plasmación de un estilo que Maillart desarrolló y que resulta inconfundible. Las dos semibóvedas de Salgina saltan, la una al encuentro de la otra, sobre un barranco profundo de paredes verticales, lo que concede a esta obra un gran sentido dinámico y una máxima expresividad estructural, ya que sólo el encuentro entre ambas mitades en la rótula de clave y la transmisión de fuerza a través de ella hace posible su funcionamiento como arco.
Pero además, la limpieza máxima de sus formas estructurales, formas de hormigón armado, del todo innovadoras en su época, concede a este puente un carácter de ligereza y simplicidad máximas. La plataforma del tablero mide 3 metros de anchura, ya que Salgina se construyó y sigue sirviendo a un diminuto camino rural. Nada que ver, por tanto, con puentes tan ruidosos y llenos de vida como puedan ser Brooklyn o el Golden Gate, los puentes de París y Praga, los de Florencia y Roma, o el puente del Gran Canal de Venecia. O, en España, los puentes de Sevilla y Zaragoza.
En el silencio de los Alpes, el puente de Salgina, que nació de un concurso de mínimo costo de construcción , sigue rezumando puro espíritu.
En el cantón suizo de los Grisones, en plena naturaleza alpina, sobre una vertiginosa garganta, se eleva la etérea y blanquecina silueta del puente de Salginatobel (su nombre oficial), soberbia creación del año 1930 del ingeniero Robert Maillart. Excelencia técnica, originalidad formal, belleza plástica y un insuperable encaje en la imponente topografía montañosa que lo acoge, han hecho de esta innovadora estructura de hormigón armado en uno de los iconos de la cultura técnica del siglo XX.
Salginatobel es un arco de tres articulaciones (en los estribos y en la clave), con 30 metros de luz.
Yes que aunque ya ha cumplido más de 75 años, este refinado arco de 90 metros de luz que puentea con impecable limpieza el precipicio que se abre entre dos moles rocosas sigue cautivando a ingenieros de todo el mundo por su asombrosa actualidad. De hecho, la prestigiosa Asociación Americana de Ingeniería Civil (ASCE, en sus siglas en inglés) declaró a este elegante viaducto “hito histórico internacional de la ingeniería civil” en 1991. Realmente, el tiempo no ha dejado obsoleta esta joya arquitectónica, considerada un ejemplo modélico de pureza estructural. Todo un clásico del hormigón armado.
Formado en la prestigiosa Escuela Politécnica de Zurich, el ingeniero Robert Maillart (Berna 1872-Ginebra 1940) pertenece a la estirpe de los grandes innovadores del diseño estructural del siglo XX, en la que se inscriben ingenieros de la talla del francés Eugène Freyssinet, el italiano Pier Luigi Nervi o el español Eduardo Torroja.
Junto a esos baluartes de la técnica, Maillart exploró a fondo las posibilidades técnicas y expresivas del entonces recién nacido hormigón armado, contribuyendo con sus obras a que adquiriese ese papel de material universal que rápidamente alcanzó. Con esta materia mestiza que adopta la forma de encofrado molde en el que se vacía el hormigón hasta que fragua, y por tanto capaz de adaptarse a cualquier diseño imaginable, el gran ingeniero suizo creó uno de los conjuntos de puentes más originales y hermosos de la historia de la ingeniería civil. Puentes únicos, de una ligereza y audacia sin precedentes, radicalmente nuevos, cuyas formas y proporciones no tenían nada que ver con lo realizado hasta entonces. Formas que, por otra parte, no obedecían a invenciones caprichosas de su autor, sino que expresaban un lenguaje nuevo y propio, consustancial al nuevo sistema de construcción.
Acero y hormigón
Material por antonomasia del siglo XX –como el acero lo fue del siglo XIX, el hormigón armado es una colaboración del acero y del hormigón adecuada especialmente para resistir flexiones. El hormigón trabaja muy bien a compresión y el acero en barras es muy adecuado para resistir tracciones. De ahí que las barras de acero lisas primero y corrugadas después se introducen en la pieza de hormigón en el borde que debe resistir las tracciones, y gracias a la adherencia entre los dos materiales, las primeras resisten las tracciones y el segundo las compresiones.
El puente aúna excelencia técnica, originalidad, belleza plástica y un perfecto encaje en la topografía montañosa
Bajo la forma de múltiples patentes, la técnica del hormigón armado empezó a dar sus primeros pasos en la segunda mitad del siglo XIX y se desarrolló a principios del siguiente, después de varias tentativas. Uno de sus precursores fue el jardinero de Versalles Joseph Monier, quien tuvo la idea de asociar a sus jardineras de cemento unas varillas de acero que las dotaba de gran resistencia. Monier registró patentes sucesivas desde 1865 para la fabricación de tubos, depósitos, escaleras, vigas, cubiertas y puentes. No obstante, una de las primeras certificaciones se debe a Joseph-Luis Lambot, quien ya en 1849 registró una embarcación de hormigón armado, que se mostró al gran públ ico en la Exposición Universal de París de 1855. Después, fue el constructor francés Francois Hennebique quien de forma más industrializada y con un novedoso sistema de franquicias impulsó su desarrollo en todo el mundo en los primeros años del siglo XX.
El puente visto desde el fondo del barranco de Salgina, a más de 90 metros de profundidad. Izquierda, Robert Maillart.
A diferencia de la arquitectura, ámbito donde llevó tiempo asimilar el nuevo material, el mundo de la ingeniería no tardó en hacerlo suyo. En el terreno de los puentes, la primera realización de hormigón armado fue una modesta pasarela peatonal levantada por Monier en 1875 en Chazelet (Francia), un arco rebajado con una luz de 16,5 metros. No obstante, las primeras realizaciones con el nuevo material se hacían de forma tradicional, con los mismos métodos de construcción adoptados para los puentes de sillería o metálicos. Además, imperaba un cierto rechazo estético hacia el hormigón armado, no se le consideraba un material de construcción digno de ser expuesto tal cual, de ahí que se recurriese con relativa frecuencia a chapar las obras con piedra.
El heterodoxo Maillart
En este contexto se comprende mejor el carácter revolucionario de las propuestas de Robert Maillart. Frente al mimetismo dominante entre sus colegas, el ingeniero suizo se aparta de las fórmulas tradicionales y proyecta sus obras de acuerdo con las características del nuevo material. De esta forma, planteó innovadoras soluciones portadoras de un nuevo lenguaje estético, que eran el resultado de aprovechar al límite las ventajas resistentes y expresivas de esa materia nueva e inexplorada como era el hormigón armado.
Sus reflexiones acerca de la construcción de puentes de hormigón armado le llevan a considerar que las diferentes partes de la estructura la bóveda, el tablero y los tímpanos, para un puente arco, hasta entonces tratadas como elementos independientes, forman un todo solidario. Esta complementariedad de elementos que tiene en cuenta una de las principales características del hormigón armado, su monolitismo da lugar a un si stema estático claro que permite simplificar las formas, además de un considerable ahorro de materiales al eliminar todas las partes no funcionales de la estructura. De acuerdo a estos planteamientos, que son fruto de extraer al hormigón toda su riqueza de posibil idades resistentes, Maillart diseñó unos puentes de gran economía, pero también de una ligereza y finura nunca vistas, con poco peso respecto a las cargas. Son obras despojadas de toda clase de decoraciones o revestimientos, de gran sinceridad estructural, donde cada uno de sus elementos cumple una función resistente precisa.
En un artículo publicado en 1938, Maillart reflexionaba sobre esa integración de las formas, expresando que “el hormigón armado no crece como la madera, no nace de l a laminación como el acero ni posee juntas como la sillería, sino que, materia vertida en moldes, podría compararse con la fundición, cuyas formas particulares, nacidas de una larg a experiencia, podrían enseñarnos mucho por su forma de pasar de uno a otro elemento constructivo de modo progresivo y continuo, evitando cualquier quiebro angular. Es esta visión de conjunto, integrando las partes en el todo, la que condiciona la belleza de las formas”.
Vista la teral del puente
Su voluntad por utilizar el hormigón armado por su economía, facilidad de uso y adaptación a todas las formas de construcción posibles queda patente desde sus primeros trabajos. En el puente sobre el río Inn, en la pequeña localidad suiza de Zouz, que proyecta en el año 1901, la idea de que las diferentes partes deben funcionar como una unidad ya está presente. Se trata de un arco de tres articulaciones (en los estribos y en la clave), con 30 metros de luz, que introdujo a nivel mundial el uso de la sección en cajón de hormigón armado. Ésta surge como una suma del arco, el tablero y los tímpanos de cierre, suponiendo una total integración de todos los elementos estructurales. Ya no tiene que aguantar por sí solo la carg a , el arco puede ser mucho más delgado. Este tipo de sección resistente es la que se utili – za hoy en todos los puentes de hormigón armado o pretensado de gran luz. Novedosos métodos Zouz fue el primero de una serie de más de 40 puentes, todos ellos en Suiza, que Maillart proyectó a lo larg o de su trayectoria profesional. Una andadura que no resultó nada fácil. Y es que aunque hoy su producción es objeto de admiración en todo el mundo, en su época no fue muy valorada, teniendo que hacer frente a la desconfianza de las autoridades suizas, que cuestionaban sus novedosos métodos. Hay que hacer notar que Maillart mantuvo una actitud crítica hacia los códigos y reglamentos oficiales que ordenaban la práctica del hormigón armado, que en su opinión imponían a los ingenieros unos límites que podían haber sido determinados en cada caso a través de ensayos (pruebas de carga). Todo ello no hacía sino limitar la imaginación de los técnicos, además de suponer un freno a la innovación.
El puente de Salginatobel simboliza la capacidad de la buena obra de ingeniería de enriquecer el paisaje sobre el que se asienta
El poco aprecio con el que fue acogida la obra de Maillart en su momento explicaría el hecho de que la gran mayoría de sus puentes se localicen en modestos caminos perdidos en las montañas suizas, lugares apartados donde su audacia formal podría pasar más inadvertida. Sin olvidar el factor económico. Yes que Maillart ganó numerosos concursos públicos por lo razonable del precio de sus estructuras, que se situaban por debajo del de sus rivales. Un claro ejemplo de ello es el puente de Salginatobel, terminado en 1930. Este hermoso viaducto, que hoy ocupa un lugar de honor en la historia de la técnica y es reconocido mundialmente como una pieza clave del arte de construir del siglo XX, fue elegido en su momento por las autoridades locales no por sus bondades técnicas o formales, sino porque era la opción más barata entre los 19 proyectos barajados.
El modelo Salginatobel
El modelo Salginatobel Salginatobel es una de las obras más admiradas de Maillart, la que exhibe de forma más elegante y depurada las posibilidades resistentes y formales del hormigón. Además de un ejemplo paradigmático de autenticidad estructural, con una total adecuación entre la forma y la función de cada una de sus partes. Situado en un camino rural que conecta la aldea alpina de Schuders con el núcleo de Schiers, en el val le del río Landquart, el puente sobrevuela a más de 90 metros de altura el profundo barranco de Salgina, rodeado de un majestuoso entorno natural donde se suceden acantilados, roquedos, cascadas y laderas tapizadas de frondosos bosques de enorme belleza. Se trata de un arco de tres articulaciones uno de los tipos más cultivados por el ingeniero suizo, con un canto variable y una luz de 90 metros, el mayor de los realizados por Maillart y uno de los más grandes de su tiempo. La conexión del arco y del tablero se asegura mediante una serie de finas pantallas verticales colocadas cada seis metros, componiendo todos los elementos una unidad estructural. Diseñado para tráfico ligero, con una longitud de 133 metros y anchura de 3,5 metros, su construcción supuso un avance enorme, si se considera que en esa época los arcos de hormigón seguían tomando prestadas sus formas de las seculares bóvedas de sillería.
En el terreno de la construcción, uno de los aspectos más llamativos fue la dificultad del montaje de la cimbra de madera sobre la que se construyó el arco. Concebido y realizado por el ingeniero Richard Coray, especialista en este tipo de estructuras efímeras, el complejo andamiaje que permitió poner en pie Salginatobel fue una obra de arte en sí misma. Se trataba de una cimbra de gran envergadura de las de recogida, llamadas así porque recogían sus pies derechos inclinándolos ligeramente hacia unas cimentaciones concentradas en puntos de las laderas que daban menor altura de cimbrado.
Uno de los aciertos de la obra más valorados por la crítica especializada es el de su lograda integración en el grandioso paisaje de montaña en el que se inserta. Su encaje geográfico es tal que uno tiene la impresión de que ese profundo desfiladero rocoso quedaría incompleto sin la presencia del escultural arco que lo cruza. Yes que Salginatobel simboliza como pocas la capacidad de la buena obra de ingeniería de enriquecer y cualificar el paisaje sobre el que se asienta.
Pero la fascinación que provoca este puente de hormigón, su embrujo, la expresividad poética que transmite su desnuda geometría, no puede explicarse sólo desde la mirada de la técnica o de los valores paisajísticos. Hay algo en él que le hace trascender ese plano para entrar de lleno en el mundo del art e. Como dice Arenas de Pablo, “Salgina desborda lo resistente, lo funcional y lo económico y se coloca en el puro plano del arte. De un arte inscrito en la naturaleza salvaje y de un arte, además, difícil, que presupone el respeto máximo a la técnica y a las leyes de la física. De un arte que no es más que técnica llevada a niveles profundos, abismales, de bienhacer” (Caminos en el aire: los p u e n t e s, Madrid 2003).
El puente en datos
- Año de construcción: 1930
- Tipología: Puente en arco triarticulado
- Material de construcción: Hormigón armado
- Longitud total: 132, 30 metros
- Anchura del tablero: 3,50 metros
- Luz del arco: 90,04 metros
- Altura: 90 metros
- Autor: Robert Maillart
Comments (5)
Emel Ramón Rivera Blandón - 6 junio, 2011
Gracias por toda la información enviada, este tipo de obras son especiales para nuestro aprendizaje a diario
manuel martinez - 8 junio, 2011
estas son las obras k me motivan a seguir adelante en el aprendisaje de esta maravillosa profecion a ustedes las gracias por siempre
cristian reyes - 20 junio, 2011
me intereso mucho este material porque soy fanatico a la construccion de los puente y edificios alto , estoy diseñando una torre de 100 ( cien ) niveles y estoy facinado con algunos datos que puedo obtener de esta pagina, me he buelto un fanatico de ella. gracias por los aporte de esta pagina son interesantisimos. bay. cristian.
ramiro alvarez - 13 julio, 2011
TODO LO QUE NOS DAN A CONOCER ES MUY INTERESANTE, SOLICITARIA , POR FAVOR, INCLUYAN ALGO DE COLUMNAS DE HORMIGÓN ARMADO MACIZAS DE SECCIÓN VARIABLE
HUGO M. VILA SERRANO - 4 octubre, 2013
Gran descripcion de tan bello puente, sencilla y concreta mas sinembargo podran ampliar el comentario de la cimbra recogida, como es la colocacion de los pies derechos, gracias y felicidade.