Afrontémoslo: a nadie le gusta sacar una mala nota. Así que, cuando los resultados en los exámenes no son buenos, algunos optan por echarle la culpa a alguien o responsabilizar a circunstancias fuera de su alcance.
Los alumnos se deslizan entonces sobre las aguas movedizas de la injusticia para buscar una justificación a sus fracasos.
Estas son algunas de las excusas más utilizadas en la historia de los exámenes.
La culpa es del profesor
Los profesores pertenecen a una especie acostumbrada a que les echen la culpa, con o sin razón.
Se les responsabiliza de las notas que obtienen sus alumnos, aunque estos no hayan tocado un libro en su vida.
Aunque, algunas veces, los profesores sí tienen una responsabilidad muy directa en el fracaso de sus alumnos.
Una amiga me contó que su profesora de alemán le dio una lista de libros para preparar el GCSE (General Certificate of Secondary Education, unas pruebas generales que todos los alumnos deben pasar en Reino Unido para alcanzar el bachillerato).
La lista estaba incompleta y, cuando llegó el día del examen, los libros que había leído solo servían para contestar una de las secciones.
Imaginen el horror cuando vio que le pedían escribir sobre una serie de libros que ni siquiera conocía.
Cuando su profesora entró en la sala de examinaciones para ver qué ocurría y se dio cuenta del error, palideció como una heroína de novela gótica.
La culpa es del examen
Cada año, el equipo de la sección de educación de la BBC se ve inundado de quejas de adolescentes frustrados sobre errores en los exámenes.
Estudiantes que piensan que han recibido un trato injusto envían correos electrónicos en los que explican con mucho detalle por qué una pregunta de física de su examen, por ejemplo, era incorrecta.
Y nosotros, periodistas de cerebro diminuto, nos vemos obligados a lidiar con las leyes de Newton para ver si lo que alegan es o no cierto.
Si esto falla, y en mi caso falla frecuentemente, tenemos que contactar a expertos para ver si el alumno examinado tiene razón.
Es más frecuente que el que se equivoca sea el examinado, pero algunas veces, muy pocas, son los examinadores los que no estuvieron a la altura.
La culpa es de la falta de sueño
Está demostrado científicamente que una buena noche de sueño beneficia la memoria, la concentración y los niveles de energía.
Lograrlo puede ser complicado si tienes lo sonetos de Shakespeare dando vueltas por tu cabeza como si fueran hélices de helicóptero troceando tu cerebro.
Así que si el examinado sufre insomnio crónico, no es una mala excusa para explicar las malas notas.
Pero si se han consumido sin parar bebidas energéticas para revisar temas que se quedaron pendientes, es culpa del alumno que sus ojos estén tan rojos que no pueda ni leer el examen.
No hay mejor forma de prepararse para un examen que ocho horas en Sueñolandia.
La culpa es de las condiciones del examen
A veces la capacidad del alumno para engañarse a sí mismo es ilimitada.
Un adolescente tuiteó después de hacer un examen: «Vigilantes con ropa de colores chillones andado arriba y abajo. Lo siento, pero así no se concentra nadie».
Otro culpó al aire acondicionado. «La habitación estaba demasiado fría para escribir. Nos concentramos en sobrevivir. Lo siento, mis instintos se hicieron con el mando».
Uno incluso echó la culpa al mal olor corporal de otro alumno sentado a su lado. ¡Esto sí es desesperación!
Lamentablemente, nada de esto resultaría convincente a la hora de reclamar. La culpa, en estos casos, reside en la incapacidad de algunos alumnos para centrarse en los estudios.
La culpa es de los padres
Pobres padres. Lo hacen todo por sus hijos para que luego les culpen de sus fracasos.
Las razones van desde que no les han despertado a la hora convenida hasta que no les han leído suficientes cuentos cuando eran niños.
Un amigo se acuerda de un compañero de clase que culpó de sus malas notas a sus padres porque «no crearon un ambiente de aprendizaje adecuado en casa».
Y aunque esto suena a excusa, algo de verdad puede haber.
Las investigaciones académicas vinculan el éxito escolar de los hijos con las acciones de los padres. La influencia de los progenitores sobre los hijos comienza muy pronto.
Los estudios también muestran que los hogares con menos libros y menos estímulos dan lugar a niños que no están bien equipados para aprender.
Otros mantienen que la influencia de los padres solo disminuye realmente con respecto a la que ejercen los profesores cuando los alumnos son algo mayores.
La culpa es de la mala memoria
Aunque no hay atajos para preparar los exámenes, sí es cierto que algunos estudiantes están predestinados a hacerlo mejor en los exámenes que otros debido a que son mejores memorizando hechos.
Otros son mejores en el día a día. La sabiduría convencional dice que estas son las chicas, que suelen trabajar más duro durante el año.
Visto en: www.bbc.co.uk