La utilización del aire comprimido en la sociedad humana se remonta muchos siglos atrás. Ya en el año 2500 a.C., se diseñaron los primeros muelles de soplado; para el año 1500 a.C. se utilizaron los primeros fuelles de mano y de pie para fundición no ferrosa, siderurgias y posteriormente, se aplicó la neumática en la construcción de aparatos musicales o en las actividades mineras.
En el Siglo I a.C., el griego Tesibios inventó el primer cañón neumático que, rearmado manualmente, comprimía aire en los cilindros; y al llevar a cabo el disparo, la expansión restituía, por sí misma, la energía almacenada: aumentando el alcance del mismo. En el Siglo III a.C., Ctesibios fundó la Escuela de Mecánicos en Alejandría, convirtiéndose, de este modo, en el precursor de la técnica para comprimir el aire. Ya en el Siglo III d.C., otro griego, Hero, escribió un tratado de dos volúmenes sobre las aplicaciones del aire comprimido.
No obstante, la escasez de recursos en los siglos venideros hizo que la mayor parte de estas incipientes aplicaciones no pudiesen ser desarrolladas convenientemente y consecuentemente, la energía neumática sufrió una paralización en su proceso de expansión, no siendo hasta la llegada los siglos XVI y XVII, con los descubrimientos de grandes pensadores como: Galileo, Robert Boyle, Torricelli, Pascal, Mariotte y Gay Lussac, entre otros, cuando la neumática resurgió en todo su esplendor, ya que estos pensadores empezaron a observar las leyes naturales sobre la compresión y la expansión de los gases.
Siguiendo la estela de esta nueva ciencia, otros científicos agrandarían los caminos de la neumática: Papín definiría las máquinas de émbolo en 1688, John Smeaton el cilindro soplante en 1762 y John Wilkinson el prototipo del comprensor en 1776. Así, con el trascurso de los años, en el siglo XIX, se empezó a utilizar la neumática de una forma sistemática en la industria. Otros avances de gran envergadura que se pueden destacar son los siguientes: la perforación del túnel Mont Celis en 1857, el freno de aire para ferrocarriles en 1869, el primer martillo neumático en 1880 y la red de distribución de aire en París en 1888, todos hitos fundamentales que contribuyeron a su auge.
En la actualidad, después de que en el siglo XX se produjera la incorporación de la neumática en mecanismos y automatización de trabajos, la nueva generación de tecnológicas se centra, de modo inequívoco, en robots, autómatas programables, etc, así como en la fusión con otras tecnologías como la microelectrónica y la informática para dar lugar a la electroneumática.
Autor: Manuel Martínez Gómez. Docente del Máster en Gerencia e ingeniería del Mantenimiento Industrial y del Máster en Electrónica Industrial, Automatización y Control de EADIC.