La quinta entrega del anecdotario del ingeniero Francisco Garza Mercado.
Poco tiempo después la misma planta eléctrica necesitó un segundo tanque de las mismas dimensiones que el anterior, pero, tal vez pensando en un ahorro mayor, en lugar de utilizar mi proyecto, que ya había demostrado ser económico, prefirió contratar a un despacho de ingeniería muy acreditado y lanzar la nueva obra a concurso.
Dado que la ingeniería no es patentable — una vez descubierta una solución pasa a ser de dominio público —. el segundo tanque, también subterráneo, venía ya diseñado con taludes en lugar de muros de contención verticales, como fue mi solución en el tanque número 1, solo que, probablemente para dar gusto a los diseñadores arquitectónicos, la losa de la cubierta tenía claros de 8 x 8 m, que lucían preciosos en los planos, aunque realmente nadie los iba a ver.
El mismo contratista me invitó de nuevo, y, por segunda vez, acordamos una revisión EV, en la cual elaboré por mi cuenta los cálculos y dibujos necesarios, cobrando al aprobarse el 25% de ahorro.
El lector debe haber adivinado la estrategia.
Los ingenieros sabemos que los claros chicos cuestan menos que los grandes; y tomando en cuenta que las columnas en un tanque subterráneo no se ven ni estorban, propuse simplemente usar claros de 4 x 4 m en lugar de los originales de 8×8 m.
Como coincidencia, el ahorro fue también de 40 mil dólares y yo recibí mis 10.
Me alegró mucho que todos saliéramos ganando: el cliente 20, el arquitecto 10 más de los que ganaba con la construcción, y yo otro tanto.
Comments (3)
Aldo Mojica - 22 julio, 2014
jajajaja, esta anécdota está mucho más buena. Eso es ser ingenioso.
Jhonnathan - 22 julio, 2014
Excelente anécdota, sigan con esas publicaciones por favor!
Kelvin Flores - 3 agosto, 2014
Excelentes anécdotas, son de gran utlidad a la nueva generacion de ingenieros, sigan adelante con este tipo de publicaciones.