Continuamos con la XXXVI entrega del anecdotario del ingeniero Francisco Garza Mercado.
En las novelas de misterio se decía que el principal sospechoso del asesinato era siempre el mayordomo. En la construcción, cuando hay un accidente o derrumbe, el sospechoso número uno es invariablemente el diseñador estructural.
Sin embargo, algunas veces el causante puede ser el propio cliente.
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Me encargaron el diseño estructural de una batería de silos de concreto reforzado para almacenamiento de grano, no recuerdo si de maíz o trigo.
La planta baja era una especie de galería, por donde se extraía el grano de los silos y se transportaba a otros lugares. Su piso lo constituía la losa de cimentación; el techo era una fuerte losa destinada a servir como fondo de las tolvas del conjunto de silos, sostenida por muros directamente coincidentes con los de los silos.
La galería estaba toda comunicada, pero solo a través de puertas pequeñas en los ejes de los silos y en ambas direcciones.
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Los muros de silos se construyen mediante una cimbra deslizante que abarca toda la planta. Esta, de carpintería de primera, es de solo 1.20 m de altura; se va elevando por medio de varillas de izado y gatos especiales, a razón de unos 25 o 30 cm por hora, a medida que se cuela el concreto alrededor. La velocidad de izado es la suficiente para permitir el endurecimiento inicial del concreto, lo necesario para resistir el peso de los propios muros y la plataforma de trabajo durante la construcción.
La fabricación de la cimbra, como un mueble fino, requiere de mucha exactitud y labor. Sobre ella se arma una plataforma de trabajo para la habilitación del refuerzo y el colado de los silos, que cubre toda la planta, excepto la abertura en la sección de los muros que se van a colar.
El colado debe ser continuo para una máxima rapidez y eficiencia. Si está interrumpido por una losa intermedia, como en este caso, se obliga a detenerlo, colar la losa, desmantelar la cimbra y la plataforma y volverla a erigir completamente por arriba de la losa para reiniciar el colado. En esta operación se pierde mucho tiempo, una semana como mínimo.
Otra opción es la de hacer el colado continuo, como si la losa no existiera, dejando solo las preparaciones (una surco perimetral o huecos en los muros) para regresar posteriormente a colarla.
En cualquier evento la interrupción no es deseable.
Era en este caso preferible usar la cimbra deslizante solo para los muros superiores de los propios silos y colar los de la galería inferior utilizando cimbra fija. Sin embargo ésta última, por sus formas circulares y su altura, resultaba lenta, costosa y con problemas de colado.
Los muros de la galería solo soportarían las cargas verticales de los silos hasta la cimentación. Para evitar la cimbra fija, propuse que se hicieran muros de bloc rellenos de concreto.
A mi cliente, el constructor, le pareció una idea excelente. Los bloques servirían como una cimbra rápida, económica y de muy buena apariencia de mampostería de bloc. Para el efecto, con poco costo adicional, se mandó emboquillar.
Se construyó la losa de cimentación, los muros de la galería inferior, la losa de fondo de silos, los propios muros de los silos con su tapa y se desmanteló la cimbra. Por arriba de la cubierta de los silos se construyó la galería superior y, poco después, la torre de escaleras.
La construcción se efectuó con mucha rapidez y limpieza y se entregó a satisfacción del cliente, el que de inmediato puso al sistema en operación.
Poco después les diseñe las fosas para carga y descarga de camiones y de ferrocarril.
Todos quedamos muy complacidos… hasta que sobrevino el accidente
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Algún tiempo después recibí de mi cliente la mala noticia de que los silos se habían desfondado, y que el grano corrió como agua a través de la galería inferior, arrastrando en su camino a un par de obreros que, providencialmente, no sufrieron más daño que el susto de verse dentro de aquella avalancha de grano.
Naturalmente, todos pensaron que era yo el responsable del desastre, por una falla supuestamente debida a un mal cálculo de la losa del fondo de los silos. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de la razón verdadera.
El cliente había visitado la galería inferior. Al no ver muros de concreto, como era usual, y pensando que los de mampostería no eran cargadores, le pareció una muy buena idea quitar algunos, y ordenó demolerlos a fin de crear espacios mayores, para salas de trabajo dentro de la galería.
Solo que al hacerlo, eliminó sin saber los apoyos de la losa intermedia, que se rajó, dejando escapar el producto y arrastrando a los trabajadores. No hubo más daños porque, al vaciarse los silos, cesó la carga principal.
Por suerte se pudo reparar. El cliente quería sus salas de trabajo y le pudimos dar gusto, substituyendo algunos de los muros que estorbaban por una fuerte y cara, pero necesaria, estructura metálica, que pudimos haber hecho desde un principio, si nos hubiera avisado sus intenciones.
Salvo por las pérdidas de tiempo, el propietario, el cliente, y yo, no tuvimos ya más daños que lamentar. Los silos cumplieron ya más de 40 años de operación, sin problemas.