Continuamos con la XXIX entrega del anecdotario del ingeniero Francisco Garza Mercado.
Algunos ingenieros hacen cálculos muy escuetos y personales para sus diseños estructurales; a menudo, desafortunadamente, estos no son entendibles por otros y a veces, ni por ellos mismos después de un tiempo. Yo prefiero hacer memorias completas (con portada, índice, antecedentes, especificaciones, cargas, etc., y el cálculo de los elementos estructurales); así pueden ser revisadas con facilidad por terceros y sirven como documento de consulta para el caso de verificación, modificación o accidente.
Una compañía de proyectos me contrató para el diseño estructural de una fábrica de sacos. Los estudios indicaban que el suelo superficial, hasta una profundidad de unos 3 m, era muy pobre y expansivo, por lo cual no lo recomendaba como base de pisos o pavimentos ni como desplante de cimentaciones.
Con las cimentaciones del edificio no había problema, pues se hicieron profundas, desplantadas por abajo del estrato peligroso. Para el piso, por el contrario, propusimos alternativas: un sistema de losas separadas del suelo sobre vigas y zapatas, con un espacio de aire suficiente para permitir expansiones; un sótano para librar todo el estrato de suelo malo; o retirar todo el lecho defectuoso y substituirlo por material de un banco cercano, de muy buena calidad, que los propios expertos en suelos proponían.
Desdichadamente, todas estas soluciones eran costosas, mucho más que colar el firme directamente sobre el suelo compactado, como es usual. El cliente debió pensar además que las consecuencias no serían tan malas como parecían y no aceptó alternativas. Nos pidió que se hiciera un firme normal. Ellos correrían el riesgo de un mal funcionamiento.
Tuvimos que aceptar, pero pusimos una nota aclaratoria encerrada en un ostensible marco negro en el texto de la memoria y en los planos correspondiente, donde se declaraba que:
DE ACUERDO A LOS ESTUDIOS DE SUELOS, NOSOTROS NO NOS HACEMOS RESPONSABLES POR EL COMPORTAMIENTO DEL PISO, QUEDA ENTENDIDO QUE ESTO SERÁ A RIESGO DEL CLIENTE.
La planta se construyó y desde un principio el piso empezó a dar problemas: las máquinas tejedoras no acababan de nivelarse, quejándose los instaladores que una máquina que había quedado terminada, días después se desnivelaba de nuevo. De algún modo se arregló, probablemente con tornillos niveladores o cuñas, pues la fábrica se puso pronto en operación.
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Tiempo después la industria cambió de dueño, y la nueva administración trató de demandar a mis clientes, por fallas notables en los pisos. Los citaban en sus oficinas, para arreglar el asunto. Mis clientes me pidieron que los acompañara.
Nos dimos cuenta que efectivamente el firme estaba notablemente ondulado, con quiebres escalonados en las juntas, grietas y grandes baches. La reparación se veía problemática y sumamente costosa, incluyendo la demolición del piso y el retiro y reposición de un gran volumen de suelo. De proceder la demanda, se llevaría no solo todas las utilidades del proyecto, sino buena parte del capital de mi cliente.
Teníamos, sin embargo, una baraja a favor, que no quisimos extraer de nuestra manga para evitar la menor sospecha de engaño. Por el contrario, les pedimos a los dueños que sacaran de sus propios archivos el plano estructural de los pisos y la memoria de cálculos. Al abrirlos les hicimos ver aquellas notas que nos liberaban de responsabilidad en el mal funcionamiento del suelo, cuya decisión de usarlo fue de los dueños anteriores. Obviamente, los diseñadores y constructores no teníamos responsabilidad en el asunto. Era esto tan evidente que de inmediato comprendieron que no podían ganar nada con proceder contra mis clientes.
Es curioso, pero poco tiempo después la fábrica cambió de nuevo de dueño, y otra vez tuvimos que pasar por lo mismo, afortunadamente sin daño alguno.
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Una memoria que explicaba específicamente el problema, y un dibujo en el que se deslindaban responsabilidades salvó a mis clientes, por dos veces, de muy costosas demandas.